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Aquí estamos de nuevo y queremos hablar de feminismo, de artesanía y de mujeres artistas, en una serie de 3 post. ¿Por qué? Porque creemos que la moda, como herramienta de expresión, es arte y para nosotras es también feminismo y reivindicación. Ya lo sabéis, en Li Jewels nos definimos con una marca slow jewelry y feminista y nunca está de más explicar por qué, qué hay detrás de todo esto y qué es lo que nos inspira.
En los años 70, artistas como Judy Chicago apostaban por una visión existencialista del arte femenino. Afirmaban que éste debía tener una esencia propia y también se buscaba una iconografía común en el arte hecho por mujeres: formas circulares, flores, animales, colores como el rosa y referencias al sexo femenino fueron muy comunes.
El arte feminista contemporáneo reconoce todas las aproximaciones, porque todas son válidas.
El rosa es feminista
De 1975 es la famosa obra de Chicago, The Dinner Party, muy criticada a posteriori porque supone una sustitución del genio masculino occidental por la de la “genia” femenina occidental.
En este trabajo, una instalación que consistía en una mesa triangular sobre un suelo de baldosas en la que, cada cubierto con una placa de artesanía en forma de vulva y cada baldosa, rinde homenaje a una mujer de nuestra historia.
Aunque la artista recupera así referentes importantes para el imaginario de las mujeres como Virginia Woolf, Georgia O’Keeffe, Artemisa Gentileschi, Hipatia o Isabel I, se le reprochan en la actualidad distintos aspectos, como que haya dos niveles de mujeres (las occidentales a la mesa y el resto en las baldosas del suelo, homologando así el paradigma existente, y otorgando un lugar predominante a la mujer blanca occidental).
Aunque quizás, es fácil juzgar un trabajo de los 70 desde una posición de perspectiva histórica, 50 años más tarde.
Reivindicación del cuerpo
En los 70 las artistas también reivindicaron el espacio propio de la mujer, el que no había tenido hasta ese momento. Véase el proyecto colectivo Womanhouse en el que el colectivo CalArts denuncia el confinamiento de la mujer al espacio doméstico y reproductivo.

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También este colectivo cuestionaba ya las técnicas y materiales que se consideran propios del ARTE. No hay que olvidar que las mujeres fueron vetadas en las escuelas de arte, hasta hace bien poco. Y aquellas que, por ejemplo, se dedicaron a la pintura, tuvieron muchas dificultades para desarrollar los géneros más estimados, como el desnudo o las escenas bélicas, ya que no podían acceder a las clases con modelos.
¿No es, entonces, la consideración de las disciplinas clásicas como las únicas formas de expresión artística, una manera de justificar la posición predominante del hombre en la historia del arte? La artista Faith Wilding ya afirmó en los 70 que “la jerarquía de materiales y técnicas artísticas que se transmite habitualmente en las escuelas de arte […] desdeña las habilidades y las experiencias creativas que han desarrollado las mujeres a lo largo del tiempo”
Las disciplinas tradicionalmente femeninas como el bordado no se consideran arte feminista
La visión de arte feminista evolucionó en los 80, y críticas como Lucy Lippard cuestionaban el posicionamiento basado en la “esencia femenina”, pues la identidad no es más que otro constructo socio cultural. Se utilizó mucho el cuerpo en la performance. Marina Abramovic o, sin ir más lejos, la vasca Ester Ferrer, emplearon este lenguaje.
Más tarde, Lippard afirmaría que “existe sólo una sutil frontera entre el uso que hacen los hombres de la imagen de la mujer para provocar una sensación de excitación visual y el uso que hacen las mujeres de la imagen femenina para denunciar esa misma objetualización” Recogiendo esta reflexión nos preguntamos: ¿es feminista el arte de la Milo Moiré?, por poner un ejemplo de artista contemporánea; en mi opinión, al menos es discutible.
¿No es, entonces, la consideración de las disciplinas clásicas como las únicas formas de expresión artística, una manera de justificar la posición predominante del hombre en la historia del arte?
El feminismo cuestiona la construcción de la identidad
El feminismo cuestiona también la identidad en sí misma, como ya hizo Virginia Woolf en su libro Orlando, donde el/la protagonista va cambiando de género a lo largo del libro, y como hacía Cindy Sherman en sus fotografías en las que se autorretrataba parodiando roles de la mujer en la publicidad o en las películas de Hollywood.
El arte feminista contemporáneo reconoce todas las aproximaciones, porque todas son válidas.
La visión desde el cuerpo tiene sentido si se tiene en cuenta que es el cuerpo y la biología la causa principal de la opresión de la mujer. La contemporaneidad también considera necesario el cuestionamiento de la identidad, que tiene en cuenta a todas (no solo a la mujer blanca y no solo a la mujer biológica).
Artistas contemporáneas como Vanessa Beecroft continúan trabajando desde el cuerpo. Ella reflexiona sobre la similitud entre el cuerpo de la mujer en la sociedad contemporánea y el ideal de belleza de las estatuas griegas. Esta artista sufrió, como muchas de nosotras, un trastorno alimentario cuando era joven.
¿Qué opináis vosotras del arte feminista? ¿Creéis que la joyería puede ser feminista?
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